Más sobre la demencial ley que pretende acabar con la ornitología deportiva y la tenencia de mascotas en general
El último periquito
La ley de supuesto "Bienestar Animal" de la ministra Ione Belarra supone un torpedo a la línea de flotación del mundo de las mascotas. Como denuncia y demuestra nuestra compañera Marta Arce en estas páginas, la señora Belarra no es más que la cadena de transmisión a nuestro país de la demencial ideología animalista de la que viven, y muy bien, algunos conocidos grupos de presión europeos.
Tales grupos de presión, o lobbys, muestran características comunes que poco a poco van quedando desenmascaradas: detrás, o más bien delante de su pretendido amor a los animales y la exaltación de sus supuestos derechos se transparenta una ideología de extrema izquierda que considera al hombre un animal más, por no decir un animal de segunda categoría.
Todas ellas parecen convencidas de que no hay ideología sin sustanciosas subvenciones, de manera que no suelen tener dificultades económicas que frenen (no pensamos ceder en lo del término "topen") sus demoledoras campañas. Con la lluvia de fondos que diferentes Gobiernos de izquierdas los alimentan no solo van acabando con el mundo entrañable de las mascotas, sino que van comprando voluntades y pervirtiendo objetivos de algunas organizaciones ecologistas antaño científicas y de relevante solvencia.
Marta Arce en su artículo, que consideramos trascendental para la lucha de quienes tratan de oponerse a la ley de Ione Belarra y su ejecutor Sergio García Torres, ambos de nulos conocimientos biológicos demostrados, desvela la identidad de las principales entidades europeas que forman el lobby animalista y contabiliza los montantes de algunas de sus ingentes subvenciones
Tales investigaciones constituyen elementos de importancia vital para quienes se rebelen contra la sucesión de ataques a la tenencia y crianza de esos animales entrañables que vienen a ocupar vacíos afectivos en ciudadanos emocionalmente frágiles, como ancianos que viven solos o niños que sucumben fácilmente a su encanto: los llamados animales de compañía.
Hasta el momento las principales armas que muestran en su defensa los adversarios de esta ley se basan en su incidencia en el campo y el medio rural (perros de caza) o en su economía (ganadería cárnica). Todo ello tiene una gran importancia, pero no debemos olvidar el mundo de las mascotas, hasta ahora considerado por quienes objetan la nueva legislación animalista como prácticamente irrelevante.
Animales domésticos como los canarios, periquitos, hámster, pájaros exóticos domésticos y muchos otros similares, son considerados "exóticos" y por tanto susceptibles de erradicación en los hogares: se acabaron los chistes del loro, los cantos de los canarios en cualquiera de sus variantes (timbrado español, malinois, roller, etcétera); adiós a las carpitas chinas, porque ni el acuario se libra de los furibundos y excluyentes ataques radicales.
Ni el perro ni el gato se salvan, porque sus dueños quedan desposeídos de su derecho a la presunción de inocencia; todo propietario es un presunto abandonador y posible maltratador.
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