No cabe duda de que la educación digital para la canaricultura de canto llegó para quedarse. Una de sus principales ventajas, como se ha recalcado reiteradamente, es que cualquier aficionado que disponga de unos ejemplares con una genética adecuada, que disponga de un buen audio y siga la metodología apropiada, tiene una probabilidad alta de obtener premios en los concursos. Probabilidad alta y, en algunos casos, en mi opinión, inmerecida, puesto que algunos de ellos son totalmente legos en términos de conocimiento del código de canto y de las cualidades esenciales de la raza que cultivan.
La educación digital, que practico desde el año 2005 surgió en mi caso
por la imposibilidad de acceder a buenos maestros y por la dificultad de
obtener ejemplares “limpios”, ya que es harto sabido que los
noveles aprenden lo malo y lo bueno de sus instructores. Y ese desasosiego impregnado de impotencia culminó con el uso de la metodología digital tras una
buena dosis de ires y venires. Siempre he estado muy vinculado con la tecnología,
académicamente y profesionalmente, así que constantemente estoy pensando en cómo,
haciendo uso de ella, puedo automatizar diferentes aspectos de la afición; desde
la alimentación hasta la educación. Últimamente se me ha pasado por la cabeza
diseñar un sistema que enjuicie la ejecución de los canarios de canto, suena
complicado pero ni lo es tanto ni tampoco es descabellado. Usando redes
neuronales e inteligencia artificial se pudiera desarrollar un “juez virtual”, así
no habría más polémicas en los concursos con los jueces, y nuestro autómata
imprimiría los resultados en tiempo real, quizás hasta adornados con coloridos
gráficos.
Ayer fue el primer día del torneo de
tenis Roland Garrós, uno de los grand slams de tenis que se celebra en Paris desde
1927. Uno de los jugadores golpea una pelota y cae muy cerca de la línea
externa, uno de los jueces de línea la declara out, el jugador reclama y el
juez de silla baja rápidamente, inspecciona el rastro dejado por la pelota en
la tierra batida y levanta el dedo mirando al jugador y confirmando la
sentencia. La escena me desasosiega, en
la mayor parte de los torneos de tenis
se usa el “ojo de Halcón” y su evolución, el Foxtenn. Estos son sistemas digitales que determinan
la trayectoria exacta de la pelota en la cancha. Pero ¿Porqué un torneo de la relevancia
del Roland Garrós continua usando la apreciación de un juez de silla existiendo
alternativas tecnológicas de alta precisión? La respuesta es simple: salvaguardar la tradición.
Y pienso en la canaricultura de canto,
en las dificultades que aquel grupo de aficionados empecinados de la ACE en 1950 y su pertinaz persecución por generar a
nuestro canario timbrado español, cuanta dificultad: selección, educación y más
selección. Y me acuerdo de aquellos aficionados de tiempos ancestrales
obteniendo ejemplares de canto completo e impoluto a través de un riguroso proceso de cribado.
Y entonces me pregunto si la esencia de
esta afición es la tradición y su carácter artesanal. La respuesta es
meridionalmente diáfana. ¿Estaremos matando poco a poco los cimientos de
nuestra afición a punta de tecnología?
Y
sigo viendo el Roland Garros, otra jugada controversial con una sentencia
arbitral polémica , y ya entiendo que en este grand slam no es solo importante hacer una buena jugada sino que el
arbitro así la aprecie. Es parte de la tradición y del caracter artesanal
de este torneo.
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