Asumimos basados en las observaciones de varios
años que la transición a la madurez sexual (correlacionada en forma directa con
la evolución de la adquisición del canto) una muestra de pichones de canarios sigue
una distribución normal estandarizada en la cual se observa que: un 10% de
pichones se retrasaran con respecto a su proceso de maduración normal, un 80%
presentará una evolución normal y un 10% se adelantará con respecto al resto.
Para darle un enfoque pragmático significa que tenemos poder de actuación mediante una apropiada gestión como criadores sobre
el 90% de los pichones con énfasis en el 80% que experimentará un proceso de
maduración normal. Sobre el 10% que se adelanta sólo es posible actuar si mantenemos
una observación continua y se toman rápidas medidas que en la mayor parte de
los casos son mitigantes y de prevención para evitar efectos negativos sobre la
mayoría del grupo. Estas medidas con
respecto al grupo que se adelanta persiguen lograr silenciarlo en su repaso,
mediante la introducción de un elemento generador de estrés para evitar su influencia
sobre el resto del grupo.
En lo que respecta a la correcta gestión del
resto del voladero, el objetivo es la creación de condiciones que permitan el
desarrollo de los ejemplares en los tiempos previstos (para canarios de canto
usamos un periodo referencial de entre 6 y 7 meses) aislando proactivamente las
posibles incidencias. No hay que olvidar que un voladero, en la canaricultura
de canto, es un ambiente creado artificialmente por el criador destinado a
gestionar la muda y a cristalizar el potencial genético del ejemplar mediante
la educación (sea esta positiva o negativa). De igual manera, no se debe olvidar que dentro
del grupo que evoluciona hay diferentes estadios de maduración y que cada
ejemplar presenta diferencias menores en su progreso sobre las cuales
deberíamos actuar en forma individual pero que por razones pragmáticas (i.e. restricciones
logísticas como la disponibilidad de espacio) lo hacemos de manera colectiva a
la hora de enjaular. Entre los factores que deben ser gestionados se destaca:
Gestión de la
iluminación: se
preferirá la luz solar indirecta a la artificial, un exceso de iluminación
acelera negativamente la evolución del ejemplar precipitando la cristalización
del canto. Un exceso de penumbra tampoco es conveniente ya que, aunque pareciera
favorecer el aprendizaje encierra el riesgo de la ralentización del desarrollo
y un mayor riesgo al exponer al ejemplar a variaciones de iluminación. En
resumen, luz indirecta solar de baja intensidad permitiendo a los pichones
experimentarla de acuerdo con la evolución del día proporcionándoles periodos
de tiempo para el repaso.
Densidad de ejemplares
por voladera: esta
es una variable por demás interesante ya que solo he podido establecer conclusiones
sobre voladeras de un 90-100 centímetros de longitud, sobre voladeras de mayor tamaño (y quizás
no muy apropiadas para la educación) no puedo correlacionar el proceso de maduración con el número de ejemplares alojados. En una voladera de 90 a 100 centímetros, el número de ejemplares idealmente
debería ser cercano a 10, un número mayor de ejemplares induce un nivel
de interacción social mayor, favorece el picaje y resta tiempo para la
retroalimentación auditiva del ejemplar. Se deben proporcionar un nivel
adecuado de posaderos que permitan a todos los ejemplares descansar sin necesidad
de disputar espacios. En particular uso posaderos de 5 centímetros estratégicamente
distribuidos por la voladera. Se destaca
también que un número bajo de ejemplares por voladera acelera la maduración de los
ejemplares. En cuanto a la distribución sexual no encuentro correlación con el
proceso de maduración, aunque tengo por costumbre dejar un número equivalente
de machos y hembras distribuidos por cronología de nacimiento. La excepción de
la regla es la aparición de alguna hembra cantora, que en cuanto observo
remuevo sin contemplación.
Alimentación: La alimentación debe ser muy
balanceada con cuidado de regular el suministro de semillas grasas y el de
pasta de cría. Se debe evitar el cañamón y limitar semilla negra y bastar
aquella que acompaña a la mayoría de los pastones. En cuanto al pastón suministrárselo
un máximo de 2 o 3 veces a la semana. Suministrar vegetales y frutas, vitaminas
y complementos minerales en su justa medida (BIPAL es una excelente opción),
una alimentación con exceso de grasas ocasiona trastornos en el desarrollo del
ejemplar y en combinación con una política incorrecta de suministro de vitaminas
inducir una muda anormal o el reinicio del proceso de muda.
Cambios de micro y
macro-ambientes: el
cambio de ejemplares entre voladeras o el movimiento de voladoras puede inducir
mudas extemporáneas o cambios en el comportamiento del ejemplar con repercusión
en su normal evolución.